“El despelote de calcetines” publicado en revista INTROVERSION por Victoria Bafalluy
Algún día calcularé el tiempo que tardo en girar los calcetines hechos una pelota dentro del cesto de ropa sucia, lo sumaré y multiplicaré por los años que llevo haciéndolo, entonces me daré cuenta que he perdido días enteros de mi vida “despelotando” calcetines. Llevo años quejándome, pero en casa no me hacen ni caso. Como si no hubiese bastante en clasificar la ropa blanca, la negra, la de color, la delicada, cerrar cremalleras, girar del revés la ropa estampada…etc.
Claro, por eso se pierden tantos pares, pelotillas de calcetines que pasan desapercibidos entre la ropa y que acaban siendo succionados por la lavadora, desembocando en el compartimento de pelusas. También he oído la teoría de que existe alguna ley que solo afecta a los calcetines o quizás, los fabricantes de calcetines están confabulados con los fabricantes de lavadoras para que se traguen pares sueltos y así tengas que comprar más a menudo (tiene sentido, porque mi marido lleva una representación de calcetines) o ¿existe un pequeño monstruo come pelusas que devora también calcetines?
No sé, creo que empiezo a divagar, los calcetines hechos una pelota me desquician, francamente.
En cambio, el otro día encontré la antítesis total a esta mala costumbre. Tengo un cliente que tiene la manía de lavarse sus propios calcetines a mano. ¡Bendita manía!, pensé yo cuando me lo confesó, la de horas que ahorra su mujer sin tener que despelotar calcetines. Y no es que mi marido no me ayude en casa, lo hace, por supuesto, pero la lavadora no entra en la repartición de sus tareas. Sin duda, mi cuidadoso y meticuloso cliente es una especie en extinción.